Me llamo David Suárez, tengo 22 años y, para bien o para mal, soy el papá de Vincent Finch.
Por aquel entonces quería vomitar mis defectos más horribles, reconocer todas las cosas que me avergonzaban de mi mismo, y exorcizar ese auto-asco creando un personaje que fuese mucho peor que yo.
Partiendo de que el personaje es una desfiguradísima versión de mi mismo (quizás no tanto), es lógico que muchas escenas hayan surgido de preguntarme qué pasaría si dijese ciertos pensamientos en voz alta. Pero Vincent Finch (por entonces barajaba nombres como Víctor Fincher) es un Frankenstein de mucha otra gente: se inspiró además en mi familia, en mis amigos, en mis compañeros de la carrera, y probablemente en casi todo el mundo que conozco.
Escribí la primera versión del guión en primero de carrera, hace ya cuatro años. En segundo empezó el rodaje. En 2013 monté la serie y, el 1 de junio de ese mismo año, se estrenó. Sin patrocinios y sin ayudas. Algunas escenas en Santiago me había ayudado a grabarlas mi primo. En Madrid la cosa era distinta: teníamos un palo de escoba como pértiga. Eso sí que era un lujo.
Hoy ha pasado poco más de un año, y el canal ha llegado a los 4 millones de reproducciones. Según Film Affinity somos la mejor comedia del 2013. Hemos sido mencionados en Neox, Canal Plus, Fotogramas, Radio Televisión Española, y los 40 principales. Y hemos obtenido el respeto de gente como Berto Romero, Raúl Cimas, y Álvaro Carmona.
Cuando llegué a Madrid en 2010, las redes sociales todavía no se habían convertido en una prioridad inmediata, pero ya era bastante evidente que todos nos estábamos volviendo más narcisistas. Y ahora, casi 5 años después, la cosa es mucho peor. Selfies, grabarte a ti mismo constantemente, indicar desde donde estás tuiteando, publicar tu día a día, compartir lo que haces en todo momento, tener un blog sobre nada en absoluto, fotos a platos de comida, fotos a tus pies, fotos a tu cara, fotos a tu ojete… Hemos logrado convencernos a nosotros mismos de que somos estrellas del rock, de que nos están admirando constantemente y de que debemos transmitir una imagen de éxito social, amoroso y económico. Ya no se trata de ser feliz, sino de que los demás piensen que somos felices. Lo peor es que somos tan ingenuos que nos creemos que nuestras vidas le importan a alguien más que a nosotros mismos, cuando la realidad es que estamos tan solos como estábamos antes. Y creo que de esa necesidad de reflejar la situación de auto-paja social en la que estamos metidos, surge Vincent Finch.
Desde el principio quisimos que la gente pensase que el personaje era real. Es mucho más divertido cuando no sabes si algo es ficción, pues la confusión se convierte muchas veces en el mejor aliado de la comedia. De ahí que el personaje tenga una filmografía real, un libro de su autoría, y un blog que puedes consultar.
Hemos rechazado varias ofertas para continuar con el personaje y hacer una segunda temporada. Pero siempre he hecho las cosas para mi mismo, y el único truco que conozco para que los proyectos salgan adelante, es que a mi me resulten emocionantes. Y ahora toca pasar página. Los nuevos retos son siempre más emocionantes, y despiertan mi interés con más fuerza que aquello que ya conozco. Cambiar es siempre la única forma de evolucionar.
Por último, gracias a mi equipo: Cristina Galán, cámara principal, co-realizadora, ayudante de dirección y directora de fotografía; Martín Gómez, productor y cazafamosos; Carmen Romero, la voz tras la cámara, autora de las cabeceras e imprescindible apoyo; Jose Antonio Vélez, quién insufló resignación a Paco; Kevin Tuku, quién dio vida a un tierno Samuel; y gracias también a mi abuela y a mi hermano, quienes convirtieron a los personajes de Concha y Miguel en dos pilares imprescindibles del universo Vincent Finch.
Pero gracias también a Dani Mateo, Víctor Mendoza, Guillermo Varela, Daniel Carmona, Javier Flores, Alex Odogherty, Francisco Pando, Rubén Ruiz, Pilar Ruz, Inés Martínez, María Callejo, Ricardo Chorén, el grupo 84, Martín Bello, Jesús Pino, Andrea Díaz, Rober Bodegas, Enrique Colinet, María Romero, Carlos Areces, el grupo Spindletop, Piti, Juan Paños, los chicos de Lag, Jose el del Tempo, Ignacio Pérez, y Joaquín Reyes. Pues sin ellos esto no hubiese sido posible. O sí, pero no hubiese molado tanto.
Pero Diario de un ego surge también de haber descubierto hace unos años, con pasmo, la versión británica de The Office. Enseguida me fascinó el patetismo de las escenas, la comedia amarga, el realismo de las actuaciones, la ausencia de música extradiegética, la cámara como personaje… Todo en The Office era brillante. Y diez años después de su estreno, nadie había probado a hacer algo así en España. Pronto me di cuenta de que la propuesta de mockumentary de Gervais casaba a la perfección con el personaje que tenía en la cabeza.
Hoy ha pasado poco más de un año, y el canal ha llegado a los 4 millones de reproducciones. Según Film Affinity somos la mejor comedia del 2013. Hemos sido mencionados en Neox, Canal Plus, Fotogramas, Radio Televisión Española, y los 40 principales. Y hemos obtenido el respeto de gente como Berto Romero, Raúl Cimas, y Álvaro Carmona.
Cuando llegué a Madrid en 2010, las redes sociales todavía no se habían convertido en una prioridad inmediata, pero ya era bastante evidente que todos nos estábamos volviendo más narcisistas. Y ahora, casi 5 años después, la cosa es mucho peor. Selfies, grabarte a ti mismo constantemente, indicar desde donde estás tuiteando, publicar tu día a día, compartir lo que haces en todo momento, tener un blog sobre nada en absoluto, fotos a platos de comida, fotos a tus pies, fotos a tu cara, fotos a tu ojete… Hemos logrado convencernos a nosotros mismos de que somos estrellas del rock, de que nos están admirando constantemente y de que debemos transmitir una imagen de éxito social, amoroso y económico. Ya no se trata de ser feliz, sino de que los demás piensen que somos felices. Lo peor es que somos tan ingenuos que nos creemos que nuestras vidas le importan a alguien más que a nosotros mismos, cuando la realidad es que estamos tan solos como estábamos antes. Y creo que de esa necesidad de reflejar la situación de auto-paja social en la que estamos metidos, surge Vincent Finch.
Desde el principio quisimos que la gente pensase que el personaje era real. Es mucho más divertido cuando no sabes si algo es ficción, pues la confusión se convierte muchas veces en el mejor aliado de la comedia. De ahí que el personaje tenga una filmografía real, un libro de su autoría, y un blog que puedes consultar.
Escoger el formato de falso documental ayudó a que muchos errores pasasen desapercibidos (que la gente de la calle mirase directamente a la cámara no suponía un problema, pero en cualquier otra ficción hubiese sido imperdonable). Muchas cosas se convirtieron posteriormente en chistes, pero no habían nacido como tal: el gorro de productor musical del sexto acto era para ocultar lo corto que tenía el pelo ese día, la perilla es pintada con boli pilot porque soy imberbe, y las gafas de Vincent no llevan cristal para que el cámara no saliese reflejado en la lente.
No se puede vivir de internet, al menos no de momento, y quién diga lo contrario, miente. Lo que sí es cierto es que internet es la mejor plataforma para mostrar qué es lo que sabes hacer. Ese es tu currículum, tu carta de presentación. Si te lo curras y haces algo diferente, te verá alguien con pasta. Y si eres bueno, ese alguien querrá apostar por ti.
Internet nos ha enseñado que ya no hace falta dinero para sacar un disco, rodar una película, o hacer una serie. Solo un par de amigos y mucho esfuerzo. Estamos en el mejor momento para luchar por tus proyectos. Si algo ha demostrado la crisis es que lo antiguo ya no vale: ahora hay que salir a conseguir las cosas. Y eso es mucho más emocionante.
Ahora mismo la mejor comedia de este país se hace en internet y en los teatros. Gente como Miguel Noguera, los Venga Monjas, Antonio González Vázquez, Álvaro Carmona, Ignatius Farray, Haciendo la mierda, Rubén Ontiveros, El Hematocrítico, o Loulogio, son algunos de los mejores humoristas de este país, y si bien la mayoría ya han logrado vivir de esto, estoy convencido de que los demás acabarán lográndolo.
Internet nos ha enseñado que ya no hace falta dinero para sacar un disco, rodar una película, o hacer una serie. Solo un par de amigos y mucho esfuerzo. Estamos en el mejor momento para luchar por tus proyectos. Si algo ha demostrado la crisis es que lo antiguo ya no vale: ahora hay que salir a conseguir las cosas. Y eso es mucho más emocionante.
Ahora mismo la mejor comedia de este país se hace en internet y en los teatros. Gente como Miguel Noguera, los Venga Monjas, Antonio González Vázquez, Álvaro Carmona, Ignatius Farray, Haciendo la mierda, Rubén Ontiveros, El Hematocrítico, o Loulogio, son algunos de los mejores humoristas de este país, y si bien la mayoría ya han logrado vivir de esto, estoy convencido de que los demás acabarán lográndolo.
Hemos rechazado varias ofertas para continuar con el personaje y hacer una segunda temporada. Pero siempre he hecho las cosas para mi mismo, y el único truco que conozco para que los proyectos salgan adelante, es que a mi me resulten emocionantes. Y ahora toca pasar página. Los nuevos retos son siempre más emocionantes, y despiertan mi interés con más fuerza que aquello que ya conozco. Cambiar es siempre la única forma de evolucionar.
Mis héroes siempre han sido Trey Parker, Woody Allen, Frank Miller, y los Beatles. Gente capaz de hacer mil cosas en lugar de una sola. Quiero demostrarme a mi mismo que puedo hacer otras cosas, echar la vista atrás dentro de unos años, y sentirme orgulloso de no haberme quedado donde estoy hoy.
Por último, gracias a mi equipo: Cristina Galán, cámara principal, co-realizadora, ayudante de dirección y directora de fotografía; Martín Gómez, productor y cazafamosos; Carmen Romero, la voz tras la cámara, autora de las cabeceras e imprescindible apoyo; Jose Antonio Vélez, quién insufló resignación a Paco; Kevin Tuku, quién dio vida a un tierno Samuel; y gracias también a mi abuela y a mi hermano, quienes convirtieron a los personajes de Concha y Miguel en dos pilares imprescindibles del universo Vincent Finch.
Pero gracias también a Dani Mateo, Víctor Mendoza, Guillermo Varela, Daniel Carmona, Javier Flores, Alex Odogherty, Francisco Pando, Rubén Ruiz, Pilar Ruz, Inés Martínez, María Callejo, Ricardo Chorén, el grupo 84, Martín Bello, Jesús Pino, Andrea Díaz, Rober Bodegas, Enrique Colinet, María Romero, Carlos Areces, el grupo Spindletop, Piti, Juan Paños, los chicos de Lag, Jose el del Tempo, Ignacio Pérez, y Joaquín Reyes. Pues sin ellos esto no hubiese sido posible. O sí, pero no hubiese molado tanto.
Hoy se cierra una etapa en mi vida. Pero no me da pena que todo se acabe, porque hay muchos proyectos en el horizonte. Creo que los próximos años van a ser especialmente emocionantes.
David Suárez Varela,
30/06/2014